Hoy conocida como el Museo
de Periodismo y las Artes Gráficas, la casa de los perros es ya una leyenda en
la ciudad de Guadalajara, obligatorio conocerla para todo el que pase por la
ciudad tapatía.
Construida en 1986, al
estilo neoclásico, (una arquitectura más bien sencilla y funcionalista),
ubicada en la Avenida Alcalde, antes llamada Calle de Santo Domingo, donde
vivía Don Jesús Flores, un viejo ya de setenta años, sin mucha vida por delante
pero mucho dinero y soledad que guardar en sus bolsillos.
A unas casas de distancia,
vivía una viuda que tenía tres hijas, y según la gente, eran tres hermosas
mujeres dedicadas a la costura, ya famosas en los alrededores, y la más bella
de las tres era el prospecto perfecto para Don Jesús, pero por su juventud y
belleza, fue rápidamente cortejada exitosamente por un apuesto (y también
joven) caballero.
Al suceder esto, Ana González,
la más chica de las hijas, vió en Don Jesús la fortuna que cargaba, por lo que
le coqueteó sin avisar y éste cayó seducido, proponiéndole matrimonio a Ana.
Ella, ante la insistencia del hombre, le dijo que si quería casarse con ella,
debía hacerle un segundo piso a la casa, lo cual era sólo digno de casas de
gente adinerada, y ella quería verse bien ante la sociedad.
Don Jesús no hizo esperar la
petición, y llamó al ingeniero Arnulfo Villaseñor, el cual hizo el trabajo sin
chistar y, una vez terminada la remodelación, Ana no solo pidió sino exigió que
para terminar la decoración trajeran un par de esculturas de perros de la raza
pointer, los cuales vio en una revista de decoración, y las mandó traer de
Nueva York, dando el nombre a la estructura de ‘La Casa de los perros’.
Don Jesús tenía a un
trabajador eficaz y leal hasta el momento, José Cuervo, quien era la única
emoción en su vida luego de que la magia del matrimonio se le apagara.
Según cuentan, la pareja se fue
a Europa, y al regreso sintieron la muerte cerca en las aguas del océano, pues
parecía que el barco en el que venían estaba a punto de hundirse, por lo cual
en ese momento hicieron un pacto, prometiendo que si uno de los dos moría, el
otro le rezaría cada aniversario la cantidad de nueve rosarios, y como ninguno de los dos murió, el pacto se
olvidó.
Don Jesús murió poco después
de lo acontecido, Ana, luego de enterrarlo y guardarle pocas noches de luto, se
casó rápidamente con José Cuervo, y jamás rezó los nueve rosarios que había
prometido antes a su ahora difunto esposo.
José Cuervo siguió acrecentando la fortuna,
pues su buen manejo con los negocios lo ameritaba, hasta que llegó el momento
en que Doña Ana y él hicieron una casa nueva, pues la Casa de los perros les
traía recuerdos de Don Jesús, cosa que no querían para su matrimonio, así que optaron
por dejarla atrás, vendiéndola a una persona que dejó abandonada la casona por
muchos años, lo cual dio pie a la leyenda que hoy conocemos.
La gente comentaba que quien
se atreviese a rezar los nueve rosarios en la tumba de Don Jesús Flores, en el
panteón de Mezquitán, recibiría las escrituras de la Casa de los perros a
cambio, lo cual suena sencillo, pero tenían que hacerlo a las doce de la noche acompañados
sólo de una vela, y soportar el terror que daba escuchar a las ánimas responder
a cada rezo hecho por el valiente, que luego de unos rezos terminaba muriendo
de miedo, literalmente, o logrando escapar sin ganas de regresar.
Los años pasaron, y con ello
los valientes, algunos programas de televisión quisieron superar el reto pero
la gente cuenta que las ánimas respondiendo, y los perros ladrando, corrían a
quien fuese de ahí.
Esta casa por algún tiempo fue
ocupada siendo un restaurante, y cuando cerró las puertas, quedó abandonada por
unos añlos más, hasta que en 1990 fue víctima de actos vandálicos, lo cual hizo
que como por arte de magia, apareciese el dueño de la propiedad.
En 1994, el 11 de agosto,
para ser exactos, el H. Ayuntamiento de Guadalajara compró la casa por 1.7
millones de pesos, convirtiéndose en el ahora Museo de Periodismo y las Artes
Gráficas, velada, aún, por dos perros pointer cada noche.
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